La inocencia de los Demonios

1. Ashbridge.

- ¿Tatiana? ¿Tatiana Mäkeläinen?

- Presente.

- Querida, va a tener que deletrearme su nombre...No sé si lo he pronunciado bien... - La profesora Young ajustó sus gafas acordonadas con un hilo de pedrería ante la mirada de todos sus estudiantes. Tatiana tuvo que bajar a la mesa de la profesora y escribir su apellido fonéticamente al lado de su nombre completo.

- Déjame adivinar...¿Finlandesa?

- Sí.

- ¡Oh...! Bueno querida, gracias por aclararme lo de tu apellido, y perdona las molestias.

La finlandesa, de cabello corto y rubio y claros ojos azules sólo se limitó a sonreir ante esa anciana mujer de aspecto adorable que se parecía tanto a su abuela. La señora Young había llegado como nueva profesora de sustitución para la asignatura de Literatura inglesa. Era una mujer encantadora comparada con el anterior profesor...que sufrió un accidente doméstico por causas desconocidas, según su mujer.

La realidad que nadie sabía era que un espíritu artormentaba a ese hombre. Nadie excepto esta chica escandinava de intercambio, que cada día veía a ese espectro a dos palmos del maestro buscando la situación adecuada, en el momento adecuado para tomar su pequeña venganza por sufrir el abandono hasta la muerte en un asilo por su yerno. La finesa sólo se enteró de ese detalle por las blasfemias y detalles, sordos para el resto de gente, que vociferaba ese alma perdida. Ella quería intervenir pero esa espectral vieja cargante no atendía a razones, y parecía demasiado enfadada.

Tatiana no pudo distinguir a la gente física de la gente fantasmal hasta que tuvo la temprana edad de seis años, cuando el tío Aulis apareció dos días después de haber muerto en un accidente de tráfico. Parece ser que tenía algo importante que decirle a su esposa antes de morir...cual fue la sorpresa de la tía Iines cuando la pequeña Tanja le anunció que habían aceptado su difunto marido en ese puesto de oficinista que él siempre había deseado, aquel día lluvioso cuando fue a una entrevista de trabajo.

Cuando tuvo doce años, se encontró a la madre de su amiga Kirsi vagando por la calle descalza y automáticamente llamó a su amiga para comunicarle que su madre había muerto por malos tratos, ya que las magulladuras en su cuerpo y cara así lo indicaban...y todo el mundo sabía que la difunta vivía con miedo, sin salir de su casa por culpa del bastardo de su marido.

Desde ese instante a la actualidad, a sus actuales diecinueve años, ha visto de todo y ha intentado ayudar a toda ánima que ha pasado ante sus ojos: intentando aplacar su ira o sed de venganza, entregando recados o simplemente anunciando cualquier tipo de mensaje lanzado por el difunto a algún ser querido. Nunca le ha importado ayudar, nunca ha pedido nada a cambio, tan sólo pedía que aquellos seres aliviados no volvieran a estorbar jamás y, hasta el momento, así se ha cumplido.


- ¿Desde cuando lleva aquí?

-¿Disculpe?

-¿Cuánto tiempo lleva usted en Cardiff, señorita Mä...ke..läinen...?

- Una semana, estoy de intercambio.

- Vaya, habla muy bien inglés...sólo le falta el acento.

La finlandesa sonrió, no sabiendo muy bien si eso era un halago o un insulto...los británicos eran muy suyos.

Acabaron las clases, era hora de volver a casa... Un pueblo pequeño, a unas 2 horas de autobús llamado Ashbridge (llamado así por el antiguo puente de madera oscura que había que cruzar para llegar a la ciudad desde hace siglos, pero hace unas décadas se sustituyó por uno de piedra). Era una zona campestre con una veintena de viejas casas, estaba rodeado de árboles y neblina típica de la zona, más notable unos días que otros, muchas veces con días nublados y otras con días lluviosos.
Algo alejado de la zona, había una colina con una casona en la cima que los lugareños llamaban "La casa de las campánulas" por el violáceo manto de estas flores que se elevaban hasta la cima. Tatiana aun no había tenido oportunidad de acercarse, ella no sabía si la casa pertenecía al pueblo o no; los aldeanos le dijeron que la casa perteneció a un noble que quiso retirarse a la soledad del campo, pero que la construcción llevaba unos cien años deshabitada y parecía ser que nadie tenía interés en restaurarla o habitarla de nuevo por las leyendas y rumores que de esta se cuentan. La finlandesa aun no había tenido ocasión de acercarse y hacer alguna foto o inspeccionar la zona, pero no podía negar que la curiosidad y la intriga por saber el misterio que esa vivienda esconde era demasiada.

La joven, al bajar del autobús tras las dos horas de trayecto, cruzó el viejo puente de piedra y se dirigió a una de las primeras casas situadas en la calzada principal, justo frente al puente.

Entró, era un viejo y pequeño pub...muy acogedor y muy típico de la zona, con los mismos clientes y las mismas caras.

- ¡Hola Tatiana! ¿Cómo han ido las clases? - Preguntó una señora de unos cuarenta años de edad, delgada y bajita, limpiando con una bayeta una de las pequeñas mesas del local con su huesuda mano.

-Hola señora Terfel... - dijo la joven sonriendo- Las clases han ido muy bien, gracias...

-El señor Terfel ha preparado estofado, seguro que tienes mucha hambre, deja tus cosas en el cuarto y baja a comer.

Tanja asintió, y subió las estrechas escaleras en una esquina del local al segundo piso. En el nivel superior sólo había un pequeño recibidor y 3 puertas: la que está situada a mano derecha era un estrecho baño, la del frente a la izquierda era el dormitorio del señor y la señora Terfel y la habitación de la derecha era el dormitorio para invitados o estudiantes, que la joven alquiló por un módico precio, estaba algo alejada de la universidad, pero la calma y el estar rodeada de naturaleza merecía la pena, pues el lugar era inspirador y tranquilo. Tatiana entonces, abrió la puerta de su cuarto y dejó su bolsa con su abrigo sobre la cama para luego echar un rápido vistazo a la ventana desde donde podía verse la colina en la lejanía, levantada tras la neblina entremezclada con la arboleda. Ahí, sobre esta se asentaba la gran casa de las campánulas; la niebla y los nubarrones la hacían parecer más tenebrosa de lo que realmente podría ser.

La rubia salió del cuarto cerrando la puerta y bajó las escaleras siguiendo el aroma de la comida caliente que le esperaba.